La tristeza entera de España estaba en aquella pintura, dijo Buero en sus Meninas. Y es posible que así fuera. En los tiempos de Diego Velázquez, la función del pintor consistía en lubricar las tragaderas de los menos poderosos con artificios ideados a mayor gloria de Dios y del Rey Nuestro Señor. Al fin y al cabo, Él era quien pagaba las facturas. Me refiero al rey, claro está. Del Otro aún no se ha demostrado nada. Sea como fuere, se dice que en algunos de aquellos talleres existían rincones que ocultaban cuadros nunca pintados, imágenes prohibidas que no debían ver la luz. El maestro Velázquez hollaba terrenos peligrosos. Lo sabían los nobles de la corte y lo sabía la Inquisición. En aquel siglo XVII, un pintor era poco más que un criado, y él, al fin y al cabo, era un criado del rey.
¿Fue mejor el tiempo de Buero? Seguramente no. También él incomodaba al poder. Todos sabían lo que era y, sobre todo, lo que había sido. También Buero estaba en el punto de mira de los grandes, y cuando no podía decir lo que quería, acudía al pasado en busca de quien pudiera hablar en su nombre. ¿Se inventó Buero al Velázquez de las Meninas? Sin duda alguna. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *