La novedad de Valencia y Baleares.
21 de junio, 2015
La segunda entrega de las memorias de José María Aznar, El compromiso del poder (Planeta, 2013), contiene un pasaje muy interesante sobre Valencia y Baleares. Un fragmento que invita a leer con atención los recientes resultados electorales. Páginas 154 y 155: «Cambiar el signo político del Levante español representaba para el centro derecha un gran reto y conseguirlo fue una operación histórica que suponía un valioso factor de equilibrio general en España. El vínculo entre Madrid y Valencia generaría por razones de cercanía geográfica sinergias muy importantes en la Comunidad Valenciana, que contribuirían a fortalecer en esta una posición propia frente al expansionismo del nacionalismo radical desde Cataluña y desde la propia Valencia. (…) En apenas una década, el Partido Popular pasó a ser la fuerza ya no mayoritaria, sino prácticamente hegemónica en el Levante. De resultas, la transformación económica y social fue espectacular».
Si nos tomamos en serio este párrafo -y a Aznar siempre hay que tomárselo en serio-, las elecciones del pasado 24 de mayo han supuesto un gran fracaso estratégico para el creador y gran animador intelectual de la FAES. Una de las líneas maestras del aznarismo se ha venido abajo, puesto que el PP ha sufrido un fortísimo desgaste electoral en Levante. Por primera vez desde el despliegue del Estado autonómico, los herederos de Alianza Popular no gobernarán en ninguno de los territorios que en su día conformaron la antigua Corona de Aragón. Ninguno de los cuatro territorios hispánicos con las cuatro barras en la bandera será administrado durante los próximos cuatro años por el partido que logró conquistar Madrid partiendo de Castilla y Galicia.
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El auge de Compromís, eficaz aleación de radicalidad urbana y valencianismo menestral, es un hecho político muy relevante. Podemos ya le corteja para las elecciones generales.
La España del Este, por decirlo con una expresión perfilada por el geógrafo valenciano Josep Vicent Boira, ha pegado un puñetazo sobre la mesa. Ha dicho que no está de acuerdo con el curso general de las cosas, pero los matices de su disenso no son fáciles de interpretar. La España del Este ha protestado por la crisis económica, evidentemente. Ello es más que evidente en Valencia. Los valencianos también han votado contra la insoportable sensación de escarnio, al verse señalados por no pocos medios de comunicación como auténticos campeones del mangoneo. «¿Gurtel? ¿Pregunta usted por Gurtel? Eso es cosa de los valencianos». Los de Levante han dicho que no quieren ser chivo expiatorio. Las Baleares han rechazado claramente los modales del presidente saliente José Ramón Bauzá, y su ofensiva contra la lengua catalana en las escuelas.
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Valencianos y baleares no están diciendo «queremos ser catalanes». (Que nadie en Catalunya cometa el inmenso error de interpretarlo así). Están diciendo basta a los grandes males del país y piden que se les respete la autonomía. Valencianos y baleares van a jugar muy fuerte la carta del déficit fiscal en los próximos tiempos. Y no aceptarán la momificación de sus instituciones.
«Cuidado con lo que pactamos en Valencia», dijo, alarmado, un alto dirigente del PSOE andaluz en la última reunión del Comité Federal.