Los dirigentes sindicalistas de la CNT impulsaron a lo largo de 1931 y 1932 su estrategia moderada y gradualista ante la coyuntura republicana. Desde el primer momento se encontraron con la oposición férrea de la militancia más radical que impulsaba posiciones de clara hostilidad hacia el nuevo régimen. Ambas tendencias hubieran podido convivir en el interior de la CNT, siempre que la radical hubiese desempeñado un papel de minoría crítica e impulsora de propuestas revolucionarias en los sindicatos. Pero no eran éstas las intenciones de la militancia faísta. Quisieron desplazar a los treintistas de los puestos directivos que estuvieron ocupando en el año 1931 y controlar estratégicamente los Comités locales, regionales y nacional para lanzar desde allí una táctica revolucionaria que condujera a la implantación del comunismo libertario en un plazo corto de tiempo. Las primeras críticas de los faístas se transformaron bien pronto en una clara lucha por el dominio de la organización confederal entre las dos tendencias beligerantes: la treintista, que tenía la confianza de la mayoría de los trabajadores durante los primeros meses de la República; y la faísta, que era una minoría, pero que actuaba febrilmente para darse a conocer entre los trabajadores y para impulsar su estrategia revolucionaria de enfrentamiento abierto con las instituciones.

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