No se me olvida. No se me olvidará nunca. Acababa yo de regresar a mi casa, en Madrid, en la avenida de Menéndez Pelayo, 19, duplicado, después de un día de rudo trabajo. Desde las siete de la mañana hasta la caída de la tarde, había estado rodando exteriores de una película titulada «Carne de fieras», en los jardines del Retiro. La película lahabíamos empezado el jueves, 16 de julio. Yo era autor y realizador. E intérprete de una papel especial. Como veis, no me quedaba tiempo para aburrirme.

Desde la tarde del sábado, se había rumoreado mucho sobre una sublevación fascista inminente. Pero, a decir verdad, nadie daba crédito a la cosa…

Poco después de cenar, y cuando ya me disponía a acostarme, la radio de un vecino confirmaba el hecho. El Gobierno hacía un llamamiento al pueblo, ¡al Pueblo!, con mayúscula, al Pueblo de Madrid, para que acudiera a los centros que se indicaba para aprovisionarse de armamento y municiones, para hacer frente al levantamiento militar faccioso. Luego, era verdad. Y el Pueblo madrileño no vaciló un segundo, respondiendo en masa a la llamada del Gobierno.

En la mañana de este domingo estival, Madrid estaba ya en pie de guerra. Un nutrido e incesante tiroteo en las calles daba la sensación de que los enemigos estaban bien decididos a triunfar. Se nos tiroteaba desde las azoteas de las casas, desde los balcones y ventanas, hasta en las esquinas de las bocacalles. Era un peligro circular aquel día por Madrid.

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