Todo aquel que desee evitar el vértigo ha de procurar encontrar la ley del movimiento del péndulo, puesto que la historia parece presentar un movimiento pendular que va del absolutismo a la democracia, y de la democracia vuelve a la dictadura absoluta.

La cantidad de libertad individual que un pueblo puede conquistar y conservar depende del grado de su madurez política. El movimiento pendular antes citado parece indicar que la madurez política de las masas no sigue en su desarrollo una curva ascendente continua, como lo hace el crecimiento de un individuo, sino que está determinada por leyes más complicadas.

La madurez política de las masas queda implícita en la capacidad de reconocer sus propios intereses. Esto, sin embargo, presupone cierto conocimiento del proceso de producción y distribución de los artículos y géneros de consumo. La capacidad de un pueblo para gobernarse a sí mismo democráticamente es, de este modo, proporcionada al grado de entendimiento que posee acerca de la estructura y funcionamiento del cuerpo social.

Ahora bien, cada perfeccionamiento técnico crea una nueva complicación en la maquinaria económica, provoca la aparición de nuevos factores y combinaciones, que las masas no pueden comprender durante cierto tiempo. En cada salto del progreso técnico, el relativamente más lento desarrollo intelectual de las masas queda un paso más atrás que aquél; viene a resultar, de este modo, un descenso en el termómetro de la madurez política. Pasan décadas, a veces generaciones enteras, antes de que el nivel de comprensión de un pueblo se adapte gradualmente a la modificada condición de vida, esto es, hasta que vuelve a tener la misma capacidad para gobernarse a sí mismo que tenía en un escalón inferior de civilización. En consecuencia, la madurez política de las masas no puede expresarse en una cifra absoluta, sino sólo relativamente, es decir, en proporción al estado de la civilización en aquel momento.

Cuando las masas son conscientes en un grado equivalente al progreso material alcanzado, sigue inexcusablemente un período de predominio democrático, al que se llega pacíficamente o por la fuerza. Hasta que el próximo salto de la técnica (por ejemplo, el descubrimiento del telar mecánico), deja otra vez a las masas en un estado de relativa inmadurez, y hace posible, y hasta necesario, alguna forma de gobierno absolutista.

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