La cultura -pensamiento laico- ayudaría, según los supuestos de los escritores (del siglo XVIII), a liberar el país del yugo del escolasticismo estrecho que impedía la reforma. Buena prueba de ello nos la proporcionan las estadísticas sobre la producción de libros entre 1661-1750. Sobre todo después de la Guerra de Sucesión se observa un incremento de obras científicas. Otros datos indican que se desarrolla también la literatura clandestina, que incluía desde innocuos romances de ciegos hasta folletos científicos y libros prohibidos. Hacia estas mismas fechas hace su aparición el periodismo, gacetas oficiales y de avisos, revistas especializadas cuyos temas convergen con los tratados en la literatura de ficción y la prosa científica de los ensayistas. Notemos de pasada que faltaría emprender un estudio sobre la influencia de la prensa en la literatura, pues a menudo coinciden muy estrechamente los libros comentados, los autores reseñados y los temas e ideología de los escritores. Así, por ejemplo, las reflexiones de Cadalso y Moratín en torno al sistema legal, las penas, los delitos, corren paralelas con la difusión de Cesare Beccaria y C. Filangieri. Lo mismo puede observarse con el tópico de las reivindicaciones femeninas, que se debate tanto en academias y periódicos como en el teatro moratiniano.