Hizo con la mano un movimiento vago, resumidor, y bajó la cabeza.
– A veces crees ver una salida, y corres como una loca, para darte, al final, de narices contra el muro. No hay tal salida. No hay más que aguantar y seguir adelante, aunque sea volviendo atrás. Y todo porque nadie puede arreglárselas solo.
Dirigió a Carlos una mirada rápida.
– Ni tú. Y cuidado que eres egoísta. Cuidado que sabes defenderte de la vida a fuerza de palabras. Pero, aún así, a pesar de tu castillo, de tu torre, y de esa ventana desde la que nos miras a todos, necesitas un bufón, una querida y la amistad de una viaja loca. Y no eres feliz.
La mano de Carlos protestó.
– ¡Un momento! No me propongo serlo. Sé lo bastante de la vida para no hacerme ilusiones, ni pretender imposibles.
Clara movió la cabeza, sonriendo.