Supe de la existencia de José Robles por un libro de finales de los setenta titulado John Dos Passos: Rocinante pierde el camino. Partiendo sobre todo de los escritos del propio novelista, su autor, el argentino Héctor Baggio, recreaba en él la relación de Dos Passos con España hasta llegar a la guerra civil, que tan determinante sería en su vida y su obra. El personaje de Robles era en ese libro una figura algo borrosa y secundaria, y sólo su desdichado final acababa otorgando al relato de su amistad con Dos Passos una trascendencia inesperada. La curiosidad me llevó a rastrear esa amistad en otras lecturas. Buscaba nuevos testimonios y noticias, que a su vez conducían a más testimonios y más noticias, y en algún momento tuve la sensación de que eran ellas las que acudían a mí, las que me buscaban. Para entonces esa curiosidad inicial se había convertido ya en una obsesión, y un buen día me descubrí a mí mismo tratando de reconstruir la historia desde el principio, desde que Dos Passos y Robles se encontraron por primera vez en el invierno de 1916.

Por esas fechas, Pepe Robles tenía diecinueve años y estudiaba Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid.

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