«Después de ver la Dama de Elche varias veces en Madrid, tuve de pronto una inspiración: a saber, que la más famosa y emotivamente provocativa escultura creada en la España precristiana no podía ser «auténtica». Como siempre me ha gustado dar seguimiento a mis intuiciones, acabé por dedicar (aunque no de manera constante) unos veinte años de estudio e investigación a un problema que me resultaba cada vez más intrigante, y que, además, me había planteado casi sin darme cuenta de ello.»