Los investigadores de Patrimonio Histórico ya saben que a veces la mejor manera de explicar a un político o a un periodista la importancia que puede tener el robo de una obra de arte no es facilitar datos técnicos sobre su contenido, su historia o su relevancia artística. Lo más eficaz para no andarse con zarandajas es traducir esa obra de arte desaparecida a dinero, ponerle un precio:
– Han robado el Códice Calixtino, estaba en la catedral de Santiago de Compostela. La última vez que lo aseguraron valía más de mil millones de pesetas, unos mil doscientos millones. Ahora hay quien dice que vale cien millones, pero de euros.
A veces, como ocurriría en el caso del Códice, para explicar el valor de lo robado a algún profano un tanto obtuso, los policías de Patrimonio se permitían alguna licencia, alguna comparación un tanto excesiva.
– Es como si alguien se llevara Las Meninas del Museo del Prado.