Eran pocos, a fines de 1936, los que creían posible que Madrid aguantara el ataque de Franco. Con el gobierno huido a Valencia y la guerra perdida, no faltaron quienes decidieron abandonar el país para refugiarse en Francia. Para ellos, la guerra no duró tres años, como suele decirse, sino bastante menos.
Manuel Chaves Nogales era un demócrata, un progresista de tendencias republicanas próximo al partido de Manuel Azaña que salió de España con su familia y que, tras establecerse en Francia, redactó una colección de relatos titulada «A sangre y fuego» con la intención de plasmar sus impresiones sobre lo que había visto o le habían contado del conflicto.
Dejando aparte la condena de Chaves a quienes se levantaron en armas contra un poder legítimamente constituido, destaca en el relato la negativa imagen que proyecta sobre el miliciano, mayormente anarquista, que combatió el fascismo sin la supervisión directa del gobierno. Parece como si el autor creyera imposible una acción política popular históricamente positiva sin la tutela de una élite burguesa y progresista que depure los excesos a los que, de manera natural, aquella se ve abocada. Y quién sabe. Tal vez Chaves tenga razón. Tal vez también la tenga don Benito Pérez cuando, una y otra vez, insiste en la misma idea en la mayor parte de sus Episodios. Tal vez aquellos milicianos políticamente menores de edad pudieron haberse comportado de una forma más disciplinada, incluso menos brutal, pero claro, eso nunca lo sabremos, porque mientras aquellos brutos entregaban su sangre por la República, la élite burguesa -norte del proletariado- había puesto pies en polvorosa.
