UN VIAJE AL HORROR:
Aunque el público infantil y juvenil que llenaba la escuela de Mari-Sol era tan heterogéneo desde el punto de vista intelectual, no lo era desde el sentimental, y así las más bonitas lecciones de la señorita las escuchaban todas las niñas. Gustaba Mari-Sol de situarse frente al mapa de España y dar cada día a las niñas una lección de patriotismo. Gustaba la señorita de ahondar en el surco del corazón de aquel pueblo que tan grande le tenía.
El mapa de España, que en algunas escuelas es un cartel frío en el que apenas saben las niñas apuntar las capitales de los antiguos reinos, era en la escuela de Mari-Sol algo tan vivo que realmente emocionaba ver a la señorita ponerse frente a él. Las niñas se callaban como muertecitas y escuchaban con el alma agarrada las palabras de la señorita, y ésta, aprovechando la ocasión, sembraba con gracia y donosura.
Las lecciones de Geografía e Historia eran todas explicadas frente al mapa, y así los acontecimientos se iban situando en el tiempo y en el espacio.
Unas tardes era la Geografía de la Santidad. Mari-Sol hablaba con emoción de nuestros Santos y refería a las niñas los episodios que estuvieran más a su alcance y señalaba el lugar en que habían acontecido, y si había alguna poesía que ellas pudieran aprender o una cancioncilla que ellas pudieran cantar, no la desaprovechaba jamás. Una tarde les hablaba del episodio en el que el Niño Jesús se aparece a Santa Teresa. Mari-Sol les leyó la poesía que una Madre de la Compañía de Santa Teresa escribió con este motivo. Todas quisieron saberla. Mari-Sol la dictó a las mayorcitas.
Otra tarde explicaba Mari-Sol la Geografía del Heroísmo, y allí iban saliendo nuestros héroes, desde el buen Cid Campeador hasta el general Moscardó; otra eran nuestros pintores; otra nuestros literatos; otra nuestros mártires. Esta vez fué la del 18 de noviembre, víspera del aniversario de la muerte de José Antonio. Mari-Sol habló con tal emoción de este mártir predilecto de la juventud española que dió su vida por Dios y por España, que muchas niñas lloraron. Habló también Mari-Sol esa tarde de Calvo Sotelo, protomártir de nuestra Cruzada.
«Cristiano soy y tengo las espaldas bien anchas. Y si con mi muerte rindo un servicio a mi Patria, bienvenida sea cuando quiera.»
-Hijas mías, no olvidéis jamás estas palabras, que siempre han de sonar como un clarín en el corazón de aquel que sienta la Religión y sienta la Patria.
Y así poquito a poco iba Mari-Sol calando en sus niñas cada vez más hondos los dulces amores a Dios y a España. Por eso sus corderitas, siempre tan mansas y tan dulces, parecían Agustinas de Aragón en miniatura cuando cantaban:
«Nací…, no importa mi cuna,
en el valle, en la montaña;
¡es igual!… Nací en España,
y España no hay más que UNA.»