«… Luego, ya ves, la guerra», como con pena, que lo que yo le dije «pues tú te portaste bien bien en la guerra, Paco, no digas», que él, sin venir a cuento, se desabotonó la camisa, que no llevaba suéter ni nada, en pleno invierno, y me enseñó las cicatrices del pecho, un horror, no te puedes ni imaginar, entre los pelos, que quién lo hubiera dicho, tan varonil, que de chico era un poco niño Jesús, que me dejó helada, te lo prometo, que eso es lo último que me esperaba, y le dije, «pobre», sólo eso, nada más, te lo juro, pero él me puso el brazo por detrás, que yo pensé que en buen plan, te lo juro, y cuando me quise dar cuenta ya me estaba besando, visto y no visto, y sí, desde luego, muy fuerte, que yo ni sabía lo que hacía, como de tornillo, sí, apretadísimo y muy largo, ésta es la verdad, pero yo no puse nada de mi parte, como lo estás oyendo, que estaba como hipnotizada, te lo juro, que me había estado mirando sin dejarlo yo qué sé el tiempo, y luego aquel olor entre de colonia y de tabaco rubio, que trastorna a cualquiera. Valen te lo puede decir, que me lo ha comentado un montón de veces, que yo sólo te quiero a ti, no hace falta que te lo diga, pues estaba como atontada, a lo mejor de la misma velocidad, la falta de costumbre, vete a saber, cualquier cosa, como un fardo, lo mismito, y el corazón, paf, paf, paf, como desbocado, no puedes hacerte idea, eso instintivamente, los principios, lógico, y no podía ni menear un dedo, igual que anestesiada, lo mismito, que ni los árboles, imagínate, con los que había, sólo el runrún de sus palabras, cerquísima, desde luego, prácticamente encima, que era como estar en las nubes, una desorientación, y él me abrió la puerta y, muy suave, «baja» y yo como una sonámbula, bajé, pero como te lo digo, ni voluntad ni nada, que era una especie de flojera, a buena hora si no, obedecía sin darme cuenta, y nos sentamos detrás de una mata, al sol, más bien grande, sí, muy grande, nos tapaba desde luego, y figúrate a esas horas, en día de labor, ni un alma, lo que se dice nadie, que si yo estoy en mis cabales de qué, y Paco insistiendo, «aquí donde me ves, que parece que tengo todo, estoy solo, Menchu», que yo «pobre», otra vez, pero conmovida de veras, Mario, que esto es lo curioso, como si no supiera decir otra cosa, claro que no era yo ni Dios que lo fundó, hipnotizada o lo que quieras, segurísimo, imagínate, buena soy, y él, como enloquecido, empezó a abrazarme y a estrujarme por el suelo, y me decía, me decía, ¿sabes qué me decía?, después de todo, no es ninguna novedad, que al fin y al cabo, fue sincero, que otros lo piensan y no lo dicen, me decía, mira Eliseo San Juan, de siempre, y el mismo Evaristo, que a saber qué tienen mis pechos, yo qué le voy a hacer, y Paco cada vez más frenético, me decía, ¿sabes lo que me decía?, me decía, «veinticinco años soñando con estos pechos, pequeña», figúrate, que yo, como tonta, «pobre», esto te dará idea, que él como fuera de sí, que hasta me rompió la ropa y todo, Mario, que yo no era yo, no hace falta que te lo diga, perdóname, nada de culpa, que le rechacé, te lo juro, le recordé a nuestros hijos, que ni sé de dónde me vinieron las fuerzas porque estaba completamente sin voluntad, hipnotizada, palabra, pero le mandé a paseo, que se debió de quedar de un aire, te lo prometo, que me caiga muerta…»

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