Como Los crímenes modernos iban ya muy adelantados en su publicación, era indispensable ir preparando la novela, y don Pelayo se encargó de ser el Méntor de Telémaco Paradox en el mundo de la golfería de los caballeros de la busca.
Le llevó a ver el Mesón de la Cuerda, no el auténtico, perdido ya en la noche de la historia, sino otro, en el cual algunos barrenderos dormían de pie, apoyados en una soga que cruzaba el cuarto; le enseñó el Palacio de Cristal de la Montaña del Príncipe Pío, y visitaron juntos la taberna de los valientes, en donde se reunían, con algunos albañiles y obreros borrachos, los modestos aprendices del timo, tomadores de pañuelos, del paso y de los que se dedican a desvalijar en las afueras a los incautos con el juego de las tres cartas.
Estuvieron también en La cátedra, un establecimiento entre cafetín y taberna, con su mesa de billar, en donde se reunían algunos carteristas afamados y de cartel; allí mostró Pelayo al Chato, un moreno feúcho, con sombrero claro, que por entonces estaba empleado en un coín, y que hablaba de los negocios con la Encarna, su querida, una rubia guapota que le ayudaba en sus timos y que había estado en relaciones nada menos que con el Domenech.
Don Pelayo y el mismo dueño del establecimiento explicaron a Paradox los métodos de timo con más frecuencia empleados por los parroquianos. El del cartucho de perdigones, el del ladrillo, el de la vela y otros muchos más habían caído en el descrédito más completo; le dijo el amo de la Cátedra:
– Actualmente, para dedicarse al timo, es indispensable tener pero que muchísima pupila -añadió-.
En una taberna de la calle de Embajadores le indicó su secretario a Paradox algunos de los más ilustres escaladores de Madrid.
– ¿Ve usted a ese? -dijo don Pelayo señalando a un viejo humilde con facha de empleado de poco sueldo-. Pues ese es el Mosca. Perteneció hace tiempo a la ronda subterránea y fue uno de los que robaron la casa de préstamos de la calle de Carretas, alquilando previamente una habitación en la calle de los Irlandeses. Esta habitación se hallaba separada de la casa de préstamos por una pared maestra, y la hizo un boquete en un día para pasar por allá sin meter el menor ruido. Estos otros que están ahí son el Niño de Jaén y el Vaquerín. La mujer de este se encuentra ahora en el Modelo con la mía. Es cintera
– ¿Vende cintas?
– No. Las afana. (…)