Hizo una pausa para tomar aliento y advertí que Charlie se había puesto delante y me miraba con cara de furia.
– ¡Escúchame, idiota -gritó-, aquí no hay una sola loca a quien le interese esta mierda!
Moise lo oyó y le dio una bofetada y una patada en la tibia, y él se alejó gritando:
-¡Vete a la mierda!
Cuando pasó junto a la luz vacilante de la vela observé su culo de perfil y me hice, asombrado, esta reflexión histriónica: «¿Qué es la vida sino el recuerdo de los culos y los coños en que hemos entrado?»
(No es cierto, fue sólo una expletiva histérica de la líbido.)
La declaración siguió como antes.
-Creo que en un tiempo viví en algo más parecido a vuestro mundo, hablo de un mundo de razón, pero las cosas se volvieron cada vez más insostenibles y empecé a dejar la habitación de aquel mundo y a retirarme a ésta. No sé cuánto hace de eso.