«Don Abundio Jovellanos acabó colgado en un enorme nogal de su finca, semidesnudo, rebosante de alcohol y sin más posesión que su ropa interior: unos largos calzones de cuerpo entero. Solo, obsceno a la vista, y con su mirada seca en dirección a una tapia llena de pequeños agujeros de bala, justo detrás de unos frondosos manzanales bien cargados de manzanas de las variedades «ernestina» y «verdialona».»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *