Nos encontramos en un momento en que es evidente que el capitalismo se halla en una crisis estructural. Sus promesas de progreso y felicidad para todos no sólo no se han cumplido, sino que hemos descubierto que son irrealizables. Pero lo malo es que no parece posible existir un proyecto alternativo válido, que pueda resolver el conjunto de los problemas a los que nos enfrentamos, y comenzamos a advertir que lo que habíamos tomado por tal está contaminado con demasiado elementos del viejo proyecto capitalista como para escapar a su quiebra. Es necesario, por consiguiente, desmontar el cuerpo entero de ideas en que se apoya el sistema social en que vivimos, en cualquiera de sus variantes: su teoría economicista de la historia, su visión del capitalismo como una etapa en que han desaparecido las “coacciones extraeconómicas”, y el proyecto de un futuro en que los logros de la industrialización habrán de resolver todos los problemas de los hombres, sea por el camino de la libertad de mercado, sea por el de una economía con planificación centralizada. Hay que comenzar a construir, a un tiempo, la nueva historia y el nuevo proyecto social, asentados en una comprensión crítica de la realidad presente. Para lo primero deberemos rehacer nuestra forma de entender el ascenso del capitalismo como un progreso, para aprender a verlo como el desarrollo de una nueva forma de explotación; deberemos volver a explorar tantas alternativas desechadas como utópicas e inviables, para comprobar si acaso no había en ellas planteamientos que apuntaban a otras líneas posibles de evolución. Deberemos tomar en cuenta, sobre todo, que la línea del pasado que proyectemos hacia el futuro ha de apuntar a una sociedad cuyo elemento definidor fundamental no ha de ser el de constituir una fase más avanzada del desarrollo industrial -lo que tampoco implica que haya que rechazar tal desarrollo por principio-, sino la de aproximarnos al ideal de la supresión de todas las formas de explotación del hombre: de una sociedad igualitaria en la que se haya eliminado toda coerción.