Y me permito recordar a los señores del Tribunal otra de las declaraciones aquí escuchadas. (…) Según este resumen, preguntado el testigo por las clases que dictaban el difunto y su presunto asesino, respondió que las del primero era una brillante acumulación de datos, con sus fuentes y su bibliografía puntuales y precisas, en tanto que el segundo, me refiero al acusado, no solía aducir un solo dato, sino unas ideas tales que los datos traídos por el Decano cobraban vida, dejaban de ser una acumulación para ser un sistema coherente y vivo. La lectura de esos textos a que hice referencia, los capítulos entregados como obra propia por el difunto Decano a su amigo el eclesiástico, son precisamente eso, un sistema de ideas que nos permite contemplar la Historia Antigua, precisamente hasta la revolución religiosa de Amenofis, como un todo coherente. No quiero decir que sea verdad lo que dicen. ¡Dios me libre de creencia semejante!, sino afirmar su totalidad y coherencia, lo que me hace creer que pertenecen al estro del acusado, y no al del difunto. Quiero hacer constar, señores magistrados, que no considero superior a ninguno de los procedimientos docentes aludidos, sino legítimos en la misma medida.

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